Diario de Fernando Uribe Schultz
(Transcripción del manuscrito original)
12 de enero de 2019
Algunos me llaman loco. Chiflado. Orate. Sus mentecillas tan simples no lo entienden. No comprenden que lo que estoy a punto de lograr superaría todo lo que han hecho en sus miserables vidas, eclipsaría todo a lo que podrían aspirar jamás.
No sé bien por qué decidí escribir esto. En el fondo, creo que lo escribo para ti, Raquel. Me temo que algún día, a la hora de decir la verdad, me faltarán las palabras. No soy un hombre de mucha labia, mucho menos cuando estás a mi lado. Bueno, cuando estabas a mi lado. Espero que estas páginas sirvan para organizar mis pensamientos tan dispersos, explicar por qué hice lo que hice.
No ha sido fácil. Ya llevo bastantes años en mis labores, años llenos de experimentos fallidos y pruebas inconclusas. A pesar de ello, sostengo mi optimismo. Me gustaría pensar que soy como Edison, que no he fracasado mil veces en inventar una bombilla, sino que he descubierto con éxito mil métodos que no funcionan. Cada experimento, cada prueba me lleva un poco más cerca de alcanzar mi meta, de lograr lo que hasta ahora sólo Dios ha sido capaz de hacer. El otro día, al ver que la última transfusión de células madres fue un éxito, me alborocé tanto que temí que mi corazón explotara de tanto arrobo. Creo que por fin he perfeccionado la enzima que hacía falta. Menos mal, ha sido un reto encontrar tantas donantes. Espero que sus sacrificios no sean en vano.
Quizá visto desde fuera, uno creería que he gozado del proceso, que disfruto el reclutamiento de donantes. No es así. La verdad, quisiera poder usar los cadáveres de la morgue, pero como ya averigüé, nunca se conservan lo suficientemente bien como para retener células útiles. Es una lástima, las difuntas no me pueden aburrir con pláticas insípidas. Lo que es más, un cochupo del conserje de la morgue municipal cuesta menos que una cena para dos “enamorados”. Ni modo, hay que conseguir las materias primas de alguna manera.
Como no me queda de otra, tengo que recurrir a las donantes vivas. Es verdad que las llevo a citas, que platico con ellas sobre sus vidas mundanas, a veces incluso llego a tener sexo con ellas. Pero no lo hago por amor, ni siquiera por lujuria. Lo hago por dedicación a mi trabajo, a la ciencia. El coito es simplemente una manera de ganar su confianza, de convencerlas de ayudarme. Odio emplear las pastillas. Preferiría que cada una de ellas eligiera libremente donar sus tejidos. A fin de cuentas, es por una causa más grande que ellas, más grande que yo.
Raquel, si algún día llegas a leer estas páginas, todo habrá valido la pena. No quiero que pienses que soy un mujeriego, ni mucho menos. Ninguna de las mujeres con las que he salido se puede comparar contigo, con tu belleza prístina. Con mucha pena admito que alguna vez, durante una de mis borracheras tan poco habituales, llegué a pensar que sí, que a lo mejor todo esto era una locura y que debía pasar la página. Que todo sería mucho más sencillo si simplemente sentara cabeza con alguna de las muchachas que me he encontrado y te olvidara. Pero luego, al ver la piel desnuda de una chica tendida sobre la mesa del quirófano, me di cuenta de las muchas imperfecciones de ese cuerpo tembloroso delante de mí. Un lunar en el lugar equivocado, los pezones demasiado oscuros, el maquillaje que disimula un cutis cacarizo. No te preocupes, Raquel, no te habrán contaminado con sus carnes. Siempre tengo cuidado, elijo con sumo esmero los tejidos que te pueden donar. Aunque sean imperfectas, siempre encuentro partes de ellas que me recuerdan a ti. Unas manos delicadas de dedos largos y finos, un par de senos generosos y firmes de tus exactas medidas, unos muslos de buena musculatura, pero suaves al tacto. Ni echarás de menos tu viejo cuerpo, bajo mi bisturí quedará casi igual que antes, tan pronto como termine mis labores, cuando haya vencido a la muerte.
Espero que no tengas celos, mi amor. He hecho todo esto por ti, por nosotros. Sé que no fui un marido perfecto antes del accidente. No fui el hombre más dedicado, ni el más fiel, pero todo eso ha cambiado, ¿lo ves? El tiempo me ha dado cierta perspectiva, ahora sé que tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Espero que me puedas perdonar.
Ahora que escribo esto, vuelve a invadir mis pensamientos una canción que escuché en la radio el otro día. No puedo dejar de tararearla mientras esterilizo los escalpelos y lleno las jeringas, será un escape del silencio tedioso del laboratorio. La he escuchado antes, y dirás que es una coincidencia, pero creo que ahora comienza a cobrar un nuevo sentido. Comienza así:
Yo que fui del amor ave de paso
Yo que fui mariposa de mil flores
Hoy siento la nostalgia de tus brazos
De aquellos tus ojazos, de aquellos tus amores
Ni cadenas ni lágrimas me ataron
Mas hoy siento la calma y el sosiego
Perdona mi tardanza, te lo ruego
Perdona al andariego que hoy te ofrece el corazón
ALIENS SECUESTRARON A MI NOVIA
(blognet.alienssecuestraronaminovia.com)
Post 13/01/2019 22.40
Cosas raras están pasando en Sonora. Ya llevo bastante tiempo hablando de esto, así que a ustedes no les va a sorprender, pero hubo otro incidente anoche. Algo aún más extraño que las consabidas abducciones acá en el pueblo.
Si ustedes son lectores fieles de este blog desde hace un tiempo, han de saber que tengo un perrito. No cualquier perrito, no, no. Estoy convencido de que es el diablo mismo encarnado. Esa salchicha peluda muerde mis zapatos sin descanso y siempre hace pipí donde le da la rechingada gana si no lo saco a pasear a tiempo. Me mira a los ojos mientras lo hace. Verán que es la mascota de mi suegra, pero resulta que ella no lo puede cuidar ahora, dizque por la diabetes. Al parecer, cuidar a este chamuco disfrazado de perrito mientras ella tiene el azúcar alta podría terminar por darle un soponcio. Pero ya estoy divagando. El caso es que, me guste o no, ahora soy yo el amo de esa bestezuela y anoche estaba resuelto a impedir que meara en mi depa por enésima vez.
A pesar de mi exasperación, al salir de casa vi que era una noche tranquila. Vivo lo suficientemente lejos de Hermosillo para que las estrellas se vean de verdad, y ahí estaban. Había una brisa fresquita, así que tuve que llevar una chamarra de piel. Elvis (o sea, el perro) no me lo quería poner fácil e insistía en alejarnos de casa antes de hacer sus necesidades. Yo, resignado, seguí sus jalones esporádicos de la correa. La verdad, no sé cómo un animalito tan pequeño puede moverse con tanta fuerza y vehemencia. Debe de ser el chamuco que lo posee.
Después de caminar por lo que se sentía como una eternidad, el chucho finalmente tuvo a bien mear al lado de un cactus marchito. Yo, respetando su privacidad, miraba hacia otro lado para admirar el paisaje de matorrales y dunas interminables. Allá en el horizonte, algo curioso me llamó la atención. El destello de una luz parpadeante a lo lejos. Quise investigar.
Esta vez el que jaló de la correa fui yo. Elvis, obstinado como siempre, no quería obedecer mis órdenes. En lugar de eso, el diablito se puso a gruñir y ladrar tan alocadamente que pensé que iba a quedar ronco, si es que los perros se pueden quedar afónicos (espero que sí). No me son desconocidos sus berrinches, pero sentí que esta vez fue diferente. Miraba fijamente algo en particular. Contrariado, volteé a ver si había alguien paseando a otro perro cerca. No pude creer lo que vi.
Había otro perro, sí, pero no era cualquier chucho. Estaba flaquísimo, casi esquelético. Estaba tan mugroso y roñoso que temí que me fuera a pegar las pulgas con sólo mirarlo, pero eso no es lo más importante. Había un bulto malsano saliendo de un lado de su cuello. Al principio pensé que era un tumor grotesco, pero al entrecerrar los ojos, me di cuenta de que era otra cabeza diminuta, la de otro perro de raza distinta. Tenía los ojos embarrados de lagañas y la lengua fuera, pero parecía vivo. Al nacimiento del cuello compartido, distinguí unas suturas que reptaban por su piel ennegrecida y costrosa. No quería quedarme para averiguar más, esa mierda me dio tantas ñáñaras que agarré a Elvis con una mano y corrí derechito a casa, esperando con toda mi alma que el engendro no nos persiguiera.
Ahora pensándolo con la cabeza fría (y la puerta cerrada con llave), este pequeño episodio genera ciertas preguntas lógicas. Para empezar, ¿quién creó a ese monstruo tan horrible y feo? ¿Por qué lo abandonaron en el desierto? ¿Tendrá que ver con las muchachas que han sido abducidas últimamente? ¿A qué están jugando nuestros amiguitos verdes? Sé que soy muy afortunado que me hayan devuelto a Elisa, pero no todos los del pueblo han corrido la misma suerte.
Como siempre, amigos, me encantaría leer sus teorías en los comentarios abajo.
Les mando un fuerte abrazo de terrícola,
Juan
COMENTARIOS AL POST DEL 13/01/2019
LunaDMiel dijo…
¡Qué horrible! ¿Quién haría eso a un pobre perrito? Eso ya es otro nivel de crueldad hacia los animales 😦
TheRealPeñaNieto dijo..
K istoria tan avurrida, mejor me quedo con el Minecraft. Espero k le eches mas ganas la proxima ves, Juan…
ElMasJarcorDeTo2 dijo…
Pus obvio q son los extraterrestres, ¡abran los ojos! Han estado acá por años. Ya lo sabía, pero que gusto que alguien más esté diciendo lo mismo. Seguro que fue otro experimento en su búsqueda de crear una super raza
VivaMexicoKabrones Dijo…
A quién le van a servir dos cabezas? Yo preferiría dos pitos, así podría hacer multitask con la novia jeje
MasterOfDisgais82 Dijo…
El que lo lea la tiene chica
https://cuentosdeungringo.com/2020/06/02/cosas-raras-estan-pasando-en-sonora-parte-2-3/
Es lo más extraño que he leído en estos tiempos de cuarentena jajaja, pero me ha gustado. Las historias de tu blog enganchan… Sobre todo la historia de Raquel y el científico!! Pero bueno, Sonora además me parece enigmático, eso fue lo que me jalo a ti blog. Abrazos de Chihuahua, que acá también pasan cosas raras jaja
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Muchas gracias!! Siempre me alegra saber qué opina la gente sobre mis cuentos raritos jajaja, y veremos las continuaciones de esta historia el martes y el jueves. Un saludo desde Gringolandia!
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